Conjuración de Catilina: resumen

Empezamos este resumen de la Conjuración de Catilina conociendo las causas que iniciaron todo el proceso. Catilina era un importante político y soldado romano, que tenía relaciones tanto con patricios como con la aristocracia romana. Su importancia fue tan grande que, aunque había sido procesado, aún sonaba para intentar llegar a los cargos de cónsul dentro del Senado romano.

En el 62 a.C. Catilina se presentó al consulado por cuarta vez y fue rechazado otra vez, siendo eso lo que le hizo comenzar a planear un golpe de estado para tomar el consulado por la fuerza. En este proceso Catilina comenzó a reclutar a un grupo de senadores de mala reputación, como Publio Cornelio Lénturo Sura o Lucio Calpurnio Bestia. Este grupo de senadores eran conocidos por su violencia y corrupción, siendo justo lo que Catilina necesitaba para tomar el poder.

Tras ir a por lo senadores, Catilina comenzó a contactar son soldados, siendo aquellos que habían sido desplazados por la guerra civil de Sila: veteranos que esperaban recompensas económicas de parte de la república, y que vieron en el plan de Catilina una forma de tener estas riquezas.

Poco a poco, Catilina fue preparando el golpe, el cual se centraba en asesinar a los cónsules Cicerón y Cayo para poder tomar el poder. Catilina intentaba mostrar al pueblo que el cambio de gobierno era por el bien social, pero la realidad es que tan solo quería el poder para él mismo.

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Seguimos este resumen de la Conjuración de Catilina conociendo los hechos concretos que tuvieron lugar.

Los rumores de la conspiración llegaron hasta los oídos del cónsul Cicerón que, en ese momento, convocó al Senado para aprobar el decreto del estado de emergencia, entendiendo que la situación podría complicarse. Al mismo tiempo, Catilina hizo a sus soldados veteranos agruparse en la región de Etruria, y a muchos otros que ocuparan las principales zonas de Italia.

El plan de Catilina fue un fracaso en primera instancia, ya que Cicerón pudo escapar del intento de asesinato y denunciar a Catilina ante el Senado. Catilina respondió con furia ante el Senado, prometiendo que si era derrotado destruiría toda Roma. En ese punto, el Senado decretó el Decreto último del Senado, el cual daba un poder casi total a Cicerón, haciendo que fuera casi un dictador.

La noche del 22 de octubre del 63 a.C., Catilina escapó de Roma y fue a Etruria donde aún estaban agrupadas sus tropas. Desde allí, Catilina intentó incluir a más personas en su conjura, incluso sus hombres mandaron cartas a unos soldados galos que habían pedido asilo en la ciudad de Roma. Estos galos, que vieron la oportunidad de ganarse el favor de los senadores romanos, informaron a Cicerón de los planes de Catilina y le mostraron las cartas de los conspiradores. Cicerón leyó las cartas al Senado y, posteriormente, los condenó a la pena de muerte, siendo cinco conspiradores ejecutados en prisión poco después.

La muerte de los conspiradores hizo que Catilina perdiera todos sus apoyos políticos y, por ello, las tropas con las que contaba en Etruria fueron las únicas que se mantuvieron. Catilina y su ejército intentaron llegar a la Galia, pero fueron detenidos antes y derrotados por las legiones romanas en una batalla en la que también murió Catilina.

La cabeza de Catilina fue cortada y mostrada en Roma para demostrar el final del conspirador.

Para continuar con esta lección sobre la conjuración de Catilina resumen, debemos hablar sobre su conclusión, siendo esto clave para comprender la importancia que tuvo en el mundo romano que esta conspiración no funcionara. Debemos tener en cuenta que el gran protagonista de este evento fue Cicerón, y por ello es la persona más relacionada con la conclusión de la conspiración.

En un primer momento, el mayor beneficiado por la conjuración de Catilina parecía que iba a ser Cicerón, ya que había sido el encargado de frenarla, la persona que la había descubierto, y además había sido nombrado dictador durante su realización. Pero, aún con todo esto, Cicerón no recibió todo el crédito que esperaba.

Cicerón fue acusado por los tribunales de Roma, ya que consideraban que no debía haber condenado a muerte a los conspiradores sin juicio, lo cual restó mucha influencia al cónsul romano. Además, las figuras de Julio Cesar y Pompeyo comenzaron a tener mucha influencia en la política romana, y los dos se enfrentaron a Cicerón, al considerar que era su mayor rival para gobernar Roma.

Años después, el tribuno Clodio presentó una ley que condenaba a todas aquellas personas que hubiera condenado a muerte sin juicio, siendo una ley hecha para poder condenar a Cicerón. Cicerón escapó de Roma, esperando que todo se solucionara, pero poco tiempo después Clodio se apoderó de la ciudad y decretó que Cicerón debía exiliarse fuera de Italia. Tras esto, Cicerón se marchó a Grecia, terminando, así, su carrera política.

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