Filósofas de la Edad Media

Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179) es una de las principales filósofas de la Edad Media. Fue una filósofa, científica, médica, abadesa y mística, a la que también se le conoce como la sibila del Rin o la profetisa teutónica. Se considera a Hildegarda de Bingen, una de las filósofas más influyentes del medievo y de la historia del pensamiento occidental, y para muchos, con ella nacen las ciencias de la naturaleza, que abarca disciplinas como la biología, botánica, zoología, paleontología, geografía, bioquímica, geología, astronomía, física...

Hildegarda, sufría desde bien pequeña enfermedades diversas, lo que le llevaba a tener visiones. A la edad de tres años empezó a ver “una luz tal que mi alma tembló” y estas visiones continuaron durante mucho tiempo. Señalar, que nunca llegó a perder la conciencia o a llegar al éxtasis.

A los cuarenta y dos años, tuvo una experiencia más profunda, y desde entonces, movida por una voluntad superior a la suya, comienza a relatar sus episodios de visiones. Y así, Hildegarda escribe su primera obra,Scivias (Conoce los caminos), que termina en el año 1151.

Pero a pesar de que la filósofa dejó constancia de sus visiones, no dejaba de tener dudas acerca del origen de sus declaraciones, y por eso, pide consejo a Bernardo de Claraval, ilustre monje cisterciense, al que Hildegarda define “como un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo”, en una carta en la que se pueden leer las siguientes líneas:

“Padre, estoy profundamente perturbada por una visión que se me ha aparecido por medio de una revelación divina y que no he visto con mis ojos carnales, sino solamente en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi condición mujeril, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua no puede expresar, pero que el Espíritu de Dios me ha enseñado que debo creer”.

Eloísa del Paráclito (1092-1164) fue una filósofa francesa de la Edad Media, esposa de Pedro Abelardo y la primera abadesa del Paraclet. Su madre era Hersint de Champagne Dama de Montsoreau, la que fuera fundadora de la abadía de Fontevraud y su padre, el senescal de Francia Gilbert de Garlande, llos cuales mantuvieron una polémica y escandalosa relación dio mucho que hablar en la época.

Es considerada la madre de la literatura francesa de finales del siglo XIII y ha sido de gran influencia en grandes pensadores y pensadoras de todos los tiempos, como Madame de La Fayette, Pierre Choderlos de Laclos o Rousseau. Sin embargo, de la obra de Eloísa, solo ha quedado una oración de uno de sus poemas y lo que se ha conseguido recuperar de las cartas de la filósofa y Pedro Abelardo.

Eloísa, en contra de su voluntad y por complacer a su esposo, toma los hábitos. Solo con esta condición, Abelardo entraría en la orden religiosa. En esta ceremonia, la filósofa recita lo siguiente mientras sube al altar para hacer sus votos:

“¡Qué impía que fui, cuando por esposo tomé

a aquél que me daría tantas penas por precio!

Recibo mi castigo en expiación".

Quiero cumplir con abnegación”.

Herrada de Landsberg (1125 - 1195) es otra de las principales filósofas de la Edad Media. Fue una monja alsaciana del siglo XII y abadesa de la abadía de Hohenburg en los montes Vosgos y autora de la obra Hortus deliciarum (El Jardín de las delicias). Siendo muy joven, Herrada toma los hábitos en la abadía de Hohenburg un importante centro religioso, donde tuvo acceso a la mejor educación para las mujeres de la época.

Fue durante su época de abadesa cuando Herrada empezó a escribir la enciclopedia, Hortus Deliciarum, un compendio de todas las ciencias conocidas en el momento, y en la cual, describe la eterna lucha entre la Virtud y el Vicio con imágenes increíblemente realistas. La mayor parte de estas imágenes, simbolizan temas teológicos, filosóficos y literarios y han sido muy estudiadas por los expertos en arte, debido al alto grado de imaginación que demuestra herrada en la mismas.

Al comienzo del manuscrito, Herrada escribe lo siguiente:

“Herrada, por la gracia de Dios abadesa de la iglesia de Hohenbourg, aunque indigna, desea la gracia y la gloria del Señor a las dulces vírgenes de Cristo que actúan fieles en su Iglesia, como en la viña del Señor Jesús. Os ofrezco este libro para vuestra santidad, que se titula El jardín de las delicias [Hortus deliciarum], florilegio de diversos escritos sagrados y filosóficos. He elaborado con ellos un conjunto siguiendo la inspiración divina como una abeja y en alabanza y honor a Cristo y a la Iglesia, y para vuestro gozo lo he reunido todo en un único panal de miel. Por lo tanto, es importante que os nutráis a menudo de este libro, aliviando el ánimo cansado con sus gotas de miel”.

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