La ética kantiana

La ética kantiana

En esta lección de unPROFESOR te explicamos en qué consiste la ética Kantiana que rechaza todo tipo de ética material, ya que únicamente atiende a las consecuencias. Así, se opone a la ética de Aristóteles, que identifica el bien con la felicidad, o a la de Epicuro, que afirma que lo bueno es el placer.

Por su parte, Kant asegura que ninguna acción ha de guiarse por las inclinaciones humanas, la esperanza de recompensa o el premio al castigo, sino únicamente por la ley moral, válida para todos los individuos, es decir, universal. No acepta una ética hipotética, sino formal, basada en el Imperativo Categórico, que será el criterio que determinará todas y cada una de las acciones, que serán libres y voluntarias, porque la razón es autónoma.

Si quieres saber más sobre la ética Kantiana, sigue leyendo este artículo de unPROFESOR.

La ética formal kantiana

La ley moral no depende del contenido, sino de la forma, por eso, la ética kantiana es formal, en oposición a las éticas materiales, de los empiristas y los utilitaristas. En el caso de la ley material, el contenido, es el que determina la voluntad.

La ética kantiana prescinde totalmente del contenido, solo atiende a la forma, y por eso el imperativo es universal, porque tiene validez en virtud de la forma de la ley. El imperativo no está condicionado por nada y por lo tanto, es válido a priori. Es como decir, que la intención es lo que cuenta. El imperativo categórico ordena aquello que se debe querer. No es lo que hagas, es cómo lo hagas.

Principios prácticos: máximas e imperativos

Para entender la ética Kantiana, debemos empezar por explicar qué son los principios prácticos que define Kant, como aquellas reglas generales que determinan la voluntad, y que dependen de otras reglas particulares. Estos pueden ser:

  • Máximas: son principios prácticos subjetivos, ya que solo valen para un individuo y no para todos.
  • Imperativos: son principios prácticos objetivos y universales. Es decir, valen para todos los individuos. Se trata de un deber que manifiesta la necesidad objetiva de una acción. Si la voluntad humana fuese guiada únicamente por la razón, y no por la pasión, toda acción se seguiría del deber. Lo malo, es que muchas veces la voluntad se pierde. Los imperativos se dividen a su vez en:
  • Hipotéticos: son aquellos que determinan la voluntad en base a un fin, así que, estos no valen. Pueden ser de dos tipos: posibles, que tienen que ver con reglas de habilidad o reales, relacionados con la prudencia.
  • Categóricos: son aquellos imperativos cuya voluntad está determinada nada más que por el deber. Las consecuencias no importan. “Debes porque debes”, diría Kant. Se trata de leyes morales, universales y necesarias.

Formulaciones del imperativo categórico

El imperativo categórico tiene carácter único, si bien Kant, lo expresa de formas distintas. Pero todas las definiciones, son formales, es decir, no dicen qué hay que hacer, sino cómo. En la obra En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785) Kant propone dos formulaciones del imperativo categórico:

“Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal. Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza”.

“Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”.

Estas formulaciones se resumen en la Crítica de la razón práctica (1788) en una sola:

“Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”

Todas las formulaciones señalan que únicamente la autonomía de la voluntad, fundamentada en la razón, puede convertirse en ley moral. Y en esto consiste la libertad: en actuar por deber.

El concepto del deber en Kant

Para el pensador alemán, no es suficiente con actuar conforme a la ley o de acuerdo con la ley. Porque en este caso, se trataría de una acción legal, pero no moral. Para que una acción sea moral, la voluntad ha de estar determinada únicamente por la ley. Los sentimientos no tienen, en este sentido, nada que hacer. Cualquier motivación distinta a la propia ley, constituye un acto de hipocresía.

El único sentimiento que Kant consiente es el respeto, pero no entendido a la manera habitual, sino el respeto a la ley moral. El deber está por encima de todo. La ley moral es perfecta, es obligatoria, es deber.

En definitiva, no se trata de actuar “conforme al deber”, sino únicamente “por deber”, por respeto a la ley moral, por el deber que impone la misma. Y al cumplimiento del deber obliga la autonomía de la razón. En esto reside la virtud, que es la que es digna de felicidad. Ambas unidas constituyen el “supremo bien del ser humano”.

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