La leyenda del Cid Campeador - Resumen corto

La leyenda del Cid Campeador - Resumen corto

Todos los pueblos necesitan héroes y Rodrigo Díaz de Vivar, también conocido como el Cid Campeador, cumple de forma exacta esta figura dentro de la historia e iconografía castellana y de la denominada Reconquista española, mezclándose leyenda y verdad a partes iguales. A continuación, en esta lección de unPROFESOR.com, vamos a investigar sobre esta leyenda por lo que te descubriremos un resumen corto del Cid Campeador para que conozcas mejor a este personaje tan conocido.

El Cid, entre la leyenda y la Historia

Es un hecho la complejidad que tiene realizar un relato de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, debido a que esta se diluye entre la realidad y la leyenda. El Cid ha sido uno de los personajes más conocidos de la Edad Media española, encarnando la figura del caballero invicto que a través de sus gestas fue pilar fundamental y espejo en el que fijarse durante la conquista de la Península llevada a cabo por los reinos cristianos. En esta otra lección te descubrimos un resumen de la Reconquista española.

A ello ayudó especialmente la poesía épica, con gran número de poemas que glosaron sus hazañas, siendo el más conocido el Poema del Mío Cid, el cantar de gesta más destacado de la épica castellana. Por lo tanto, el Cid se erigió durante el mester de juglaría como personaje literario, modelo del perfecto caballero, con el que arengar a los cristianos para conquistar territorios a los reinos musulmanes.

Más alejado de esta figura idílica está el personaje histórico, un caballero que nació en Vivar (Burgos), entre 1045 y 1049, siendo vasallo de los monarcas Sancho II y Alfonso VI de León y Castilla, pero que también sirvió al reino taifa de Zaragoza y luchó contra los almorávides en la Península, conquistando el reino de Valencia en 1094.

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Primeros años del Cid Campeador

El padre de Rodrigo, Diego Laínez, fue un noble de segunda fila que destacó en la guerra contra Navarra que libró Fernando I de Castilla y León, logrando posesiones en Vivar. Rodrigo se crió dentro del séquito del infante don Sancho, heredero del reino, siendo nombrado por este caballero y entrando con él en batalla por primera vez en Graus (1063).

Tras la muerte de Fernando I (1065), el reparto de su reino entre sus hijos dio lugar a una guerra civil, enfrentando a Sancho II, Alfonso VI y la infanta doña Urraca. Rodrigo fue el alférez o abanderado de don Sancho en el conflicto, logrando el apelativo de batallador o ‘Campeador’, con el que será conocido tanto entre cristianos como musulmanes.

Caballero al servicio del rey

La contienda finaliza con la muerte de Sancho II y con Alfonso VI reteniendo el trono. Aunque según la leyenda de esta época la futura enemistad entre el Cid y Alfonso VI se debió al hecho de que el caballero obligó al rey a jurar no haber tenido que ver con la muerte de su hermano, nada de esto ocurrió, y Rodrigo formó parte de la corte alfonsina, teniendo la confianza del rey, el cual le dio importantes cargos e incluso lo casó con una pariente suya, su prima doña Jimena Díaz, logrando de esta forma Rodrigo Díaz de Vivar posicionarse como un noble de primera fila.

Sí es cierto que finalmente El Cid cayó en desgracia frente a Alfonso VI, pero esto se debió fundamentalmente a causas políticas, ya que este realizó una incursión en el reino de Toledo sin permiso del monarca, lo que aprovecharon otros nobles rivales del Cid para presionar al rey para que lo desterrara, hecho que así se produjo.

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Destierro de Castilla y León

Tras el destierro, el Cid pone su espada al servicio de rey Almutamán, monarca de la taifa de Zaragoza. Este hecho no era extraño en la época, ya que las cortes de los reinos musulmanes de entonces eran refugio de caballeros cristianos que buscaban refugio por desavenencias con los nobles del norte.

El Cid batallará contra los enemigos de Almutamán y conseguirá grandes victorias, y durante un tiempo estará también a las órdenes de su sucesor, Almustaín. Pero la llegada de los almorávides a la Península, que pondrá en graves aprietos al rey Alfonso VI, hizo que este reconsiderara su decisión de desterrar al Cid y lo perdonó.

Alfonso VI destinará al Cid al control de la zona oriental de la Península. En esta situación comenzará a cobrar para sí mismo en Valencia y en los restantes territorios levantinos los tributos que antes se pagaban a los condes catalanes o al monarca castellano. La falta de apoyo del Cid al monarca castellano en el sitio de Aledo (1088) dio lugar a que este lo volviera a desterrar y a confiscar sus bienes, convirtiéndose el Campeador en un caudillo independiente.

Última etapa de su vida

Como caudillo, el Cid consiguió importantes victorias frente a Berenguer Ramón II, conde de Barcelona, y la taifa de Lérida, coaligados para presionar la zona levantina. Posteriormente, ante una nueva acometida de los almorávides, el Cid cambió su política de protectorado a otra de conquista, iniciando un control de plazas en la zona de Levante.

Esta nueva etapa llega a su culmen el 15 de junio de 1094 con la toma de Valencia, adoptando el título de ‘Príncipe Rodrigo el Campeador’, y recibiendo el tratamiento árabe de sídi, mi señor, origen del sobrenombre de Cid, con el que sería conocido.

Pese a estos éxitos, la presión de los almorávides no cesó y el Cid les plantó cara hasta su fallecimiento, por causas naturales, en mayo de 1099. Con su desaparición decía adiós uno de los más notables personajes de su época, comenzado de esta manera su leyenda.

El Cantar del Mío Cid

Uno de los pilares de la leyenda del Cid Campeador se sustenta en la poesía épica y especialmente en ‘El Cantar de Mío Cid’, que es además el primer trabajo con cierta importancia de la literatura española plasmado en lengua romance. La obra, que mezcla tanto realidad como ficción, relata las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar en los últimos años de su vida, realzando sus cualidades de héroe.

Constituido como el cantar de gesta más famoso de la épica castellana, es una obra anónima, aunque algunos expertos creen que fue rubricada por Per Abbat sobre el año 1207. Otras teorías señalan que se escribió en el siglo XII, poco después del fallecimiento del Cid, siendo sus autores dos juglares, uno de Medinaceli y otro de San Esteban de Gormaz, debido a que en el poema se describen muy bien estos lugares.

La figura del Cid es representada en el poema de forma idealizada, subrayando su gran heroísmo en la batalla y su fidelidad al rey pese a haberlo desterrado de forma injusta. Además de gran guerrero se nos dibuja un perfil de persona tierna, gran creyente y muy fiel. A grandes rasgos se representa un modelo de héroe medieval cristiano, que lucha por su rey contra los enemigos de su país y religión.

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