Crítica de Nietzsche a la cultura occidental
En esta lección de unPROFESOR aprenderás en qué consiste la crítica a la cultura occidental de Nietzsche, uno filósofo fundamental y que marca un antes y un después, no solo en la cultura, sino en la historia de la humanidad. En su obra, aborda diversos temas, filología, música, religión, tragedia… y marca el rumbo de la filosofía, la psicología y la filología, posteriores.
Cabe destacar en su obra, la influencia de Arthur Schopenhauer y de Wagner, que si bien en un principio los admiraba, más tarde se muestra crítico con ambos. Su crítica se dirige principalmente a la moral, a la metafísica y a la religión. Si quieres saber más acerca de la crítica de Nietzsche a la cultura occidental, sigue leyendo este artículo de unPROFESOR.
Crítica de Nietzsche a la moral occidental
Para Nietzsche, lo más importante es el individuo y la vida en la tierra. Lo contrario, el amor al prójimo, la piedad, la misericordia, van en contra de los intereses del propio individuo, y por lo tanto, son valores negativos. Pero para el cristianismo, que se apoya en el platonismo y que es la base de la cultura occidental, son positivos. La fuerza, el valor, el placer, los valores propios de las culturas antiguas, son también los propios del superhombre Übermensch el nuevo hombre (ser humano) que surgirá tras la muerte de Dios. Porque el ser humano, es por encima de todo, voluntad de poder.
Nietzsche parte de dos conceptos para su crítica de la cultura occidental: lo apolíneo y lo dionisíaco, términos relacionados con dos importantes figuras de la mitología griega, Apolo y Dioniso. El primero simboliza el equilibrio, lo racional, la sobriedad, mientras caos, lo irracional y la embriaguez. Y en esta contradicción se apoya toda la cultura clásica. Aparecen por primera vez en su obra El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música.
El superhombre de Nietzsche es aquel que ha cambiado la moral de siervos por la moral de señores, es decir, los valores propios de una moral decadente, por unos valores, que tengan en cuenta al ser humano como lo que es, una persona con un cuerpo, el cual tiene necesidades y que vive en la tierra, en el mundo sensible. Este es el único mundo que hay, poner las esperanzas en algo que no existe, significa perder la vida y el tiempo. Lo fundamental es el individuo, el yo, y su propia moral.
Dice Nietzsche en Más allá del bien y del mal:
“Los judíos —un pueblo «nacido para la esclavitud», como dicen Tácito y todo el mundo antiguo, «el pueblo elegido entre los pueblos», como dicen y creen ellos mismos— los judíos han llevado a efecto aquel prodigio de inversión de los valores gracias al cual la vida en la tierra ha adquirido, para unos cuantos milenios, un nuevo y peligroso atractivo: — sus profetas han fundido, reduciéndolas a una sola, las palabras «rico», «ateo», «malvado», «violento», «sensual», y han transformado por vez primera la palabra «mundo» en una palabra infamante. En esa inversión de los valores (de la que forma parte el emplear la palabra «pobre» como sinónimo de «santo» y «amigo») reside la importancia del pueblo judío: con él comienza la rebelión de los esclavos en la moral”.
Crítica a la metafísica
Con el platonismo y el cristianismo, asegura Nietzsche, la filosofía se convierte en negadora de la vida, despreciando el mundo terreno y el cuerpo y defendiendo la pureza del mundo espiritual y el alma. El dualismo ha llevado a hablar de lo bueno y de lo malo en sentido absoluto y en función de unos valores que no tienen en cuenta esta vida, las pasiones del ser humano, su parte irracional, que es precisamente lo esencial en todo ser humano.
Al negar la vida, el individuo encuentra que su vida no tiene sentido, toma conciencia del vacío de la existencia y cae en el nihilismo. Por otro lado, Nietzsche defiende aquel nihilismo de aquel que ha matado a Dios y que no lo necesita como norma de la moral, el de aquel que se pone a sí mismo sus propios valores, el del superhombre, aquel que sucederá al último hombre, que es aquel que, si bien acepta la muerte de Dios, se encuentra perdido sin el mismo, cayendo en el nihilismo pesimista.
Los cristianos defienden la existencia del cielo, lo mismo que Platón la del mundo inteligible. Pero Nietzsche asegura que después de la Tierra, solo queda la Tierra, no hay otra cosa. El eterno retorno es algo más que una afirmación total de la vida en la Tierra, si no además, cumple una función ética. Aceptar el eterno retorno de lo mismo supone una asunción de los propios actos, una responsabilidad, y por ello, sirve como advertencia. El arrepentimiento no tiene ningún sentido, independientemente de las consecuencias o de los sentimientos provocados por las acciones individuales.
En la Gaya Ciencia escribe lo siguiente:
¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: «¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!». Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron la risa. [...] El loco se encaró con ellos, y clavándoles la mirada, exclamó: ¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la Tierra de la órbita del sol? [...]
¿No caemos sin cesar? ¿No caemos hacia adelante, hacia atrás, en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío [...]? ¿No hace más frío? ¿No veis de continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? [...] ¡Dios ha muerto! [...] ¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos nosotros, asesinos entre los asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? [...] La enormidad de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros?
Crítica de Nietzsche a la religión
Nietzsche afirma que el origen del cristianismo y de todas las demás religiones, es el miedo y la angustia. Además, las religiones no tratan de buscar la verdad, sino que asumen que la única verdad que existe es Dios y el más allá. Es decir, como la metafísica, hacen suya la trascendencia.
El filósofo alemán ataca en su crítica, especialmente en El anticristo, la tradición judeo-cristiana-medieval-moderna, que va en contra de lo dionisíaco del mundo clásico y se inventan un mundo irreal, en el que hay que depositar toda esperanza.
El cristianismo, asegura Nietzsche, no es más que un platonismo del pueblo, vulgar y dirigido a personas débiles, aquellos que tienen una moral de esclavos. Los valores que promueve esta religión, son aquellos propios del rebaño, como el sacrificio, la misericordia, la resignación, la humildad, la benevolencia, es decir, los de los esclavos. Además, se inventa un mundo en la otra vida, completamente separado de esta. La inmortalidad implica que esta vida no es más que un camino de transición a la vida eterna en el más allá, en el mundo ideal.
Es por tanto, fundamental para este filósofo, una inversión de los valores, acabar con los valores propios del rebaño y empezar a construir unos propios. Esto es lo que significa la muerte de Dios, el dar la vuelta a los valores convencionales. El último hombre es aquel que ha aceptado la muerte de Dios, pero todavía no se ha liberado. Una vez muerto Dios, el ser humano se encuentra perdido, sin nada a lo que agarrarse y por eso puede caer en la angustia del nihilismo.
Una filosofía afirmadora de la vida
En La gaya ciencia y Así habló Zaratustra, Nietzsche desarrolla la idea del eterno retorno que simboliza la afirmación de la vida hasta el punto de querer que todo lo que ha pasado se vuelva a repetir.
Para ello, hace falta Amor fati, o lo que es lo mismo, amor al destino, de tal forma que el ser humano no solo acepte, sino que desee, el eterno retorno de lo mismo. Que todo lo que ha pasado, todas las penas, las alegrías, la humillación y la victoria en devenir creador y destructor del mundo. El ser humano es un ser inacabado, el eterno retorno permite superar todo pensamiento y toda acción, ir más allá del conocimiento.
El pensamiento de Nietzsche ha influido enormemente en autores del siglo XX como Martin Heidegger, Michel Foucault, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Georges Bataille, Gianni Vattimo, Michel Onfray, Max Weber. Paul Ricoeur, propone el nombre de “maestros de la sospecha”, el grupo formado por Nietzsche, Marx y Freud.
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