Representantes del hedonismo en la filosofía
En esta lección de unPROFESOR, hablaremos de los principales representantes del hedonismo en la filosofía, una postura que defiende que la verdadera felicidad, está en la búsqueda del placer, el cual identifican con lo bueno. En algunos casos, este placer está relacionado con lo físico, mientras que en otras, tiene adquiere un sentido más espiritual, y además, este placer puede referirse a un sentimiento individual o colectivo, según los distintos defensores de esta actitud filosófica. El único bien que existe en la vida, sería en definitiva, el placer, que se define como la ausencia de dolor, y este es el único fundamento de la existencia, pues todos los seres buscan el placer y huyen del dolor. Si quieres saber más sobre el hedonismo y sus representantes, continua leyendo esta lección.
El hedonismo en la historia de la filosofía
El término hedonismo proviene del griego “ἡδονή hēdonḗ”, más el sufijo “ismos”, que hace referencia la cualidad o doctrina.
El hedonismo es una doctrina filosófica que afirma que la finalidad de la vida es el placer, así como el fundamento de la misma. Este placer es entendido como la ausencia de dolor, y por lo tanto, el ser humano tienen la obligación moral de perseguir en todo momento el placer o lo que es lo mismo, la felicidad. El conjunto de teorías éticas que reúne la doctrina hedonista, defienden que el placer, es un fin en sí mismo, a diferencia del resto de las acciones humanas, que no serían más que medios.
El único placer que existe para los hedonistas, es aquel que no provoca dolor de ninguna clase. La mayoría de los hedonistas conceden más importancia al placer espiritual, apostando por la moderación en el placer físico.
A continuación, te contamos quiénes son los principales representantes del hedonismo en la filosofía.
Aristipo de Cierne, siglo IV a.c.
Aristipo de Cirene fue un discípulo de Sócrates y fundador de la Escuela Cirenaica, y al igual que su maestro, defendía que uno de los objetos de la acción moral era la búsqueda de la felicidad, pero para esta escuela, el placer era el bien supremo, entendiendo este placer como inmediato, individual y sobre todo, físico, que sitúan por encima del espiritual.
El placer, para Aristipo y sus discípulos, no tiene límites de ningún tipo, aunque advierte de la imprudencia de dejarse dominar por los mismos. No queda sitio para la moral desde el punto de vista de la Escuela Cirenaica.
“El arte de la vida consiste en tomar los placeres que pasan y, los más agudos placeres no son intelectuales, ni siempre son morales”.
Epicuro de Samos, siglo III a.c.
Epícuro de Samos es otro de los representantes del hedonismo en la filosofía. Fundó una escuela a las afueras de Atenas y muy cerca de la Academia de Platón, su nombre, el Jardín, y era una especie de huerto apartado de la polis y menos preocupado por los asuntos políticos que el discípulo de Sócrates. El Jardín, aceptaba a todo tipo de personas, independientemente de su sexo o condición social, e incluso admitía a mujeres y esclavos, algo muy poco frecuente en la época, aunque la Escuela Cínica también contaba con mujeres, recordemos a Hiparquía de Maronea. Epicuro impartió sus enseñanzas en el Jardín hasta su muerte. Tenía 72 años y su hermano y compañero fiel, Hermarco, tomó el relevo.
Como el resto de los defensores de esta doctrina, Epicuro defenderá la idea de que todas las criaturas de la tierra persiguen el placer y evitan el dolor, y en esto consiste precisamente la felicidad, que es entendida como la realización de los placeres, y en concreto de los placeres básicos, que son los primeros que hay que satisfacer.
Este pensador, afirma que todos los seres vivos buscan el placer y huyen del dolor. La felicidad, por tanto, consistirían en la satisfacción de los placeres, sobre todo de los deseos básicos. Pero el placer que defiende Epicuro es más espiritual que físico, al contrario que Aristipo, no es inmediato y tienen en cuenta las consecuencias a largo plazo.
“También en la moderación hay un término medio, y quien no da con él es víctima de un error parecido al de quien se excede por desenfreno”.
Epicuro identifica el placer con la ataraxia o ausencia de pasiones, al control de las emociones, ya que hay cosas por las que no tiene ningún sentido sufrir, ya que no pueden evitarse, están fuera del control de los seres humanos, como la muerte, por ejemplo. El placer es el mayor de los bienes, y no la acumulación de riqueza o en la gratificación sexual, haciendo hincapié en que el verdadero placer es intelectual.
“¿Quieres ser rico? Pues no te afanes por aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”.
Epicuro hace una clasificación de los deseos, que además ordena por orden de prioridad:
- Deseos naturales y necesarios: alimento, seguridad, salud...
- Deseos naturales innecesarios: sexo, amistad...
- Los deseos innaturales e innecesarios: fama, poder, prestigio…
Tito Lucrecio Caro, siglo I a.c.
Su poema, “De rerum natura” o “Sobre la naturaleza de las cosas” consiste en una exposición de la filosofía y la física atomista de Epicuro (el mundo está compuesto por átomos, que son los elementos últimos e indivisibles) y recoge parte de su doctrina materialista de Epicuro, que afirma, que al ser la muerte algo natural e inevitable en el ser humano, no puede hacer otra cosa que aceptar este hecho, y de está forma, dejará de temer a los dioses, logrando así, la felicidad.
Igual que Epicuro, apuesta por la moderación, por la mesura y rechaza la mera acumulación de bienes materiales, defendiendo que la verdadera felicidad consiste en apartarse del deseo.
“Es una gran riqueza para el hombre vivir parcamente y con ánimo sereno, porque así no tendrá jamás penuria del poco”.
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Diogenes Laercio. Vida de los Fiósofos Ilustres. Ed. Omega.