Moisés de Miguel Ángel: comentario y análisis

• El Moisés de Miguel Ángel es una escultura renacentista que data de comienzos del siglo XVI, realizándose concretamente entre 1513 y 1536 y retocándose en 1592. La escultura está realizada en mármol blanco de Carrara y es una escultura sedente, de bulto redondo y exenta.
• El tema de la obra es religioso, centrándose en un pasaje del Antiguo Testamento, justo el que representa el momento en el que el profeta Moisés regresa de su retiro en el monte Sinaí. Un retiro de 40 días durante el que recibe las Tablas de la Ley o los Diez Mandamientos para mostrarlas al pueblo de Israel. La ira que muestra Moisés es consecuencia de encontrar a su pueblo adorando a un Becerro de oro y abandonando la fe en Jahvé.
• Miguel Ángel talla el mármol de manera perfecta, creando la sensación de que es un modelado. El escultor pule la piedra consiguiendo un gran naturalismo en la reproducción de los pliegues de las ropas del Moisés. El pulido también logra que la luz resbale por la piedra creando contrastes de luces y sombras, un efecto que aporta volumen a la obra.
• El artista efectúa un estudio anatómico perfecto, adecuándose a la edad del personaje y cincelando un cuerpo hercúleo, de gran naturalismo, y una marcada musculatura en la que imprime gran fuerza y tensión.
• La composición rememora las composiciones clásicas al ser un composición cerrada que se ordena en torno a eje vertical que va desde la cabeza a las piernas del profeta. Pese a estar sentado, Miguel Ángel aporta una gran sensación de movimiento al hacer un ligero contrapposto plasmado en el giro de la cabeza e imprimiendo movimientos contrarios a brazos y piernas.
• En esta composición, Miguel Ángel trata de mostrarnos el momento exacto en el que se produce el paso del ser en potencia al ser en acto. Una forma de materializar una de las ideas de Aristóteles quien consideraba que el movimiento era el paso de la potencia al acto, esto es, el paso de estar sentado a enfurecerse y decidirse a levantarse y dirigirse a su pueblo.
• Miguel Ángel imprime también una expresividad dramática y tensa en la obra, la conocida como “terribilitá”, una de sus características más destacadas.
• Además, en la obra también podemos apreciar algunas de las características del estilo renacentista del Cinquencento: el naturalismo y el interés por la figura humana y la anatomía como ideal de la virtud del ser humano y no como una fuente de pecado.

El Moisés de Miguel Ángel fue encargado por el Papa Julio II en el año 1505 como parte de su sepulcro. El proyecto original no eran tal cual lo vemos hoy en día. Se había diseñado una tumba exenta con cuatro fachadas y más de cuarenta estatuas, ubicándose bajo la cúpula de San Pedro del Vaticano. Este gran proyecto fue a menos por falta de medios económicos y por la muerte del Papa. Es por ello que solo se llegó a tallar este Moisés y varias estatuas de esclavos, quedando algunas sin terminar.

Los estudiosos del arte señalan que esta escultura de Moisés podría ser un retrato idealizado del propio artista e incluso del mismo Papa Julio II como líder espiritual de la Iglesia. Así, el haber escogido el episodio previo a un estallido de ira ante el pecado del becerro es un símbolo de la fusión de la contemplativa y activa que se suponía propia del pontífice y que era el ideal presentado por la filosofía de Platón.

El autor es Miguel Ángel Buonarotti, una de las grandes figuras del Renacimiento, concretamente del Cinquencento italiano. Un genio que, al igual que Leonardo da Vinci, fue un humanista y artista polifacético, siendo grande su talento en disciplinas como la arquitectura, la escultura, la pintura y la poesía. Estuvo muy influenciado por la escultura helenística y, en general, por el ideal de belleza clásico.

Un estilo que fue evolucionando de esas formas clásicas más serenas de su juventud a formas más vigorosas y expresivas como este Moisés, ya precedente del Manierismo y el Barroco e influenciado por esculturas como Laocoonte y su hijos. Una escultura helenística descubierta durante el Renacimiento y toda una revolución para los artistas de la época por romper con esos esquemas de serenidad atribuidas a la escultura clásica.

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