Amor cortés en La Celestina: resumen
En La Celestina, el amor cortés se presenta de manera inusual, especialmente durante el primer encuentro entre Calisto y Melibea en el huerto, donde comienza la obsesión de Calisto. Siguiendo las normas del amor cortés, Calisto se enamora profundamente de Melibea, mientras que ella, en un primer momento, rechaza sus sentimientos, como era típico en este tipo de amor. Sin embargo, la obra distorsiona el ideal tradicional al introducir manipulación y deseo carnal, alejándose de la pureza del amor cortés clásico.
En esta lección de unPROFESOR, vamos a hacer un análisis del amor cortés que encontramos en La Celestina, para que puedas ver de qué manera influyó este libro en las altas esferas de la Edad Media.
¿Qué es el amor cortés?
El amor cortés es un concepto literario que apareció en Francia durante el siglo XI. Su origen se atribuye a Guillermo IX, un duque conocido por haber firmado algunos de los documentos más antiguos que detallan este tipo de amor.
Básicamente, el amor cortés es una forma de amor que refleja las estructuras y normas de la sociedad de la época, trasladándolas al ámbito del romance y la poesía. En las historias de amor cortés, el protagonista generalmente es un caballero que busca el afecto prohibido y escondido de una dama, siguiendo una serie de convenciones e ideales muy propias de la época.
El amor cortés y La Celestina
En La Celestina, podemos reconocer el amor cortés de una manera inusual. Uno de los ejemplos más claros de este tipo de amor en la obra ocurre durante el primer encuentro entre Calisto y Melibea en el huerto, que marca el inicio de la enfermedad de Calisto.
En el amor cortés tradicional, es el caballero quien se enamora profundamente de una dama que no corresponde a sus sentimientos. La dama, siguiendo las normas de la época, rechaza al caballero, ya que no se esperaba que las mujeres expresaran abiertamente sus sentimientos hacia sus pretendientes.
En La Celestina, al principio, vemos un ejemplo de este rechazo. Calisto le dice a Melibea:
CALISTO. En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA. ¿En qué, Calisto?
CALISTO. En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y hacer a mí inmérito tanta merced que verte alcanzase y en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Sin duda incomparablemente es mayor tal galardón, que el servicio, sacrificio, devoción y obras pías, que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido, ni otro poder mi voluntad humana puede cumplir. ¿Quién vio en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como ahora el mío? (...)
MELIBEA. ¿Por gran premio tienes esto, Calisto?
CALISTO. Téngolo por tanto en verdad que, si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus
santos, no lo tendría por tanta felicidad.
MELIBEA. Pues aun más igual galardón te daré yo, si perseveras.
Más adelante, la intervención de Celestina cambia las reglas del juego. Aunque Melibea había rechazado inicialmente a Calisto, accede a encontrarse con él a medianoche, gracias a la influencia de la alcahueta, quien va a casa de Melibea con el pretexto de venderle lana. Estos cambios en la dinámica del amor cortés nos hacen ver que Fernando de Rojas podría estar burlándose de las convenciones literarias de su tiempo.
Un claro ejemplo de esta burla se ve en la escena donde Areúsa y Pármeno, de clases sociales bajas, pasan la noche juntos y, al amanecer, Pármeno debe ir a cumplir con su deber. Este comportamiento es contrario a lo que dictaría el amor cortés, donde la dama siempre tenía el control y las despedidas matutinas eran melancólicas. En esta escena es Areúsa quien ruega a Pármeno que no se vaya, pero él insiste en marcharse:
PÁRMENO. ¿Pues qué quieres, mi vida?
AREÚSA. Que hablemos en mi mal.
PÁRMENO. Señora mía, si lo hablado no basta, lo que más es necesario me perdona,
porque es ya mediodía. Si voy más tarde, no seré bien recibido de mi amo. Yo vendré mañana y
cuantas veces después mandares. Que por eso hizo Dios un día tras otro, porque lo que el uno no bastase, se cumpliese en otro. Y aun porque más nos veamos, reciba de ti esta gracia, que te vayas
hoy a las doce del día a comer con nosotros a su casa de Celestina.
AREÚSA. Que me place, de buen grado. Ve con Dios, junta tras ti la puerta.
Otro momento en que La Celestina juega con las convenciones del amor cortés es cuando Lucrecia y Melibea esperan a Calisto. En este caso, en lugar de una canción de amor escrita por el amante, son las mujeres quienes componen versos que describen su deseo:
LUCRECIA. ¡O quién fuese la hortelana
de aquestas viciosas flores,
por prender cada mañana
al partir a tus amores!
Vístanse nuevas colores
los lirios y el azucena;
derramen frescos olores,
cuando entre por estrena.
MELIBEA. ¡O cuan dulce me es oírte! De gozo me deshago. No ceses, por mi amor.
LUCRECIA. Alegre es la fuente clara
a quien con gran sed la vea;
mas muy más dulce es la cara
de Calisto a Melibea.
Pues, aunque más noche sea,
con su vista gozará.
¡O cuando saltar le vea,
qué de abrazos te dará!
Saltos de gozo infinitos
da el lobo viendo ganado;
con las tetas los cabritos,
Melibea con su amado.
Nunca fue más deseado
amado de su amiga,
ni huerto más visitado,
ni noche más sin fatiga. (...)
Sinopsis de La Celestina
La Celestina (1499-1507) comienza con el encuentro entre Calisto y Melibea, que despierta en Calisto una obsesión tan intensa que solo puede ser apaciguada si logra estar con ella. Sin embargo, las normas sociales de la época impiden que Melibea corresponda a sus sentimientos, y su rechazo es casi inevitable. En busca de una solución, Sempronio, el criado de Calisto, sugiere que recurra a Celestina, una vieja alcahueta que regenta un prostíbulo en decadencia y tiene fama de manejar bien estos asuntos amorosos.
A partir de ahí, se desata una frenética serie de acontecimientos en los que los personajes persiguen sus propios intereses, a menudo usando engaños y mentiras. Calisto está desesperado por conquistar a Melibea; Celestina y Sempronio buscan sacar provecho económico de la situación; Pármeno, otro criado, se aleja de su lealtad hacia Calisto para intentar conquistar a Areúsa, una prostituta bajo la protección de Celestina, y así enriquecerse con sus compañeros.
Cada uno de estos personajes está dominado por sus obsesiones personales, así que sus acciones egoístas y manipuladoras los conducen hacia una tragedia que nadie puede evitar.
Descubre aquí un completo análisis de La Celestina.
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- Aguirre, J. M. (1981). Reflexiones para la construcción de un modelo de la poesía castellana del amor cortés. Romanische Forschungen, 93(H. 1/2), 55-81.
- De Rojas, F. (1996). La celestina (Vol. 12). Ediciones Akal.